El hijo mayor no reconocido por el “Momo” Venegas rompe el silencio
Vive en la miseria, sus hermanas no le quieren reconocer parte de la herencia y pasa sus días como convicto con arresto domiciliario.
Parecía una historia poco creíble, lo que motivó a Noticias de la Región a viajar casi 950 Km entre ida y vuelta para conocer la verdadera historia, contada en primera persona por el “Momito” como se lo conoce en los pagos de Necochea.
El majestuoso puente colgante de Quequen nos decía que estábamos muy cerca, ahí mi compañero de ruta y quien había arreglado la visita, (el gauchito Rubén Alfaro) tomaba contacto con el hijo no reconocido de Gerónimo “Momo” Venegas.
Unas cuadras más y llegamos a su casa, una humilde vivienda que en su frente tiene una capillita del gauchito Antonio Gil, golpeamos y por la mirilla de la puerta nos observan, sale una persona de unos 50 años, vestido con usanza criolla y sombrero con guardas rojas igual que su pañuelo de cuello, amablemente nos saluda y nos invita ingresar a la finca, cerrando nuevamente la puerta con tranca.
Nos presentamos, Rubén Alfaro, para él, el gauchito Rubén, Alberto Salvador Ciurca (quien escribe la nota) y Armando Ismael Albizù, dueño de casa.
Mate de por medio nos contaba las penurias que vive desde que falleció «el papito» como lo llamaba.
Sus hermanas, en especial una de ellas, a la que le atribuye ser discípula de Satán tendría dominada a toda la familia, a tal punto que no le permite ver a su madre, Armando, un ser humano con corazón de oro solo tenía 2 añitos cuando Venegas se juntó con su progenitora, fruto de ese amor nacieron sus hermanas.
De pequeño junto a su padre fue peón de campo, a quien acompañaba alambrar y esquilar, pasando jornadas de fríos inviernos o de insoportable calores, tiempos en que vivían en un conventillo de prestado, junto a familias de bajos recursos.
Recordó una historia en la que pinta de pie a cabeza a Venegas, su padre, al hombre de bien, al peón rural, de quien se siente orgulloso de haber sido criado. Nos decía: un tío nuestro tenía un almacén, nosotros sacábamos fiado, hubo un mal entendido entre los adultos, no recuerdo bien, pero lo que si recuerdo que papito cobró el sueldo del mes, unos pocos pesos, que ágata alcanzaban para llegar al siguiente, ahora con el agravante que no teníamos donde pedir fiado, me llamó y me dijo “venga mi hijo, tome esta plata y se la lleva al tío, no vaya a ser que diga que Venegas no paga”, era todo el sueldo, sabiendo que no quedaba nada para mamita y mis hermanitas, se lo lleve a mi tío, al ver el dinero me dijo “de donde sacaste esta plata, se la mandó papito por la cuenta, pero es mucha plata, es lo que el cobra, como van a ser para llegar a fin de mes, me quiso dar una parte y yo le dije, no tío, el papi me mando a dársela y yo se la entrego”. Así era papito, así me crio y así vivo yo, lo que no es mío, no es mío, pero sé que papito dejó mucha plata y a mí no me quieren dar nada de eso, ni siquiera puedo tener el beso y los abrazos de mamita.
Murió papito y me echaron de casa, me tiraron la ropa afuera peor que a un perro, me dijeron que yo no soy Venegas y que no tenía derecho a reclamar nada, cuando él no se encontraba en Necochea yo era el hombre de la casa, cuidaba a mamita y mis hermanas, todas las semanas me hacía llegar un dinero para mis gastos, no sé qué paso en casa, que sucedió, porque me echaron, yo no quiero riquezas, ellos se quedaron con todo, por contarles algo, papito tenía un cofre lleno de relojes, de todos los países y marcas, de oro, rubíes, platino y cuando falleció mis cuñados se agarraron cuatro, cinco o más, mamita solo pudo tomar este que tengo puesto, mostrándonos en su muñeca un reloj gris de baja calidad, comparados con los que decía que había en el cofre.
No puedo ver a mi madre, no tengo amigos, nadie me da trabajo, acá en Necochea me tienen arrinconado, encerrado como en una cárcel o como un presidiario con arresto domiciliario, ustedes son las primeras personas que entran a mi casa, desde que murió papito no tengo a nadie, temo por mi vida, por eso recurrí al gauchito.
Paso seguido sacó de una valija un estuche diciendo esto me lo dejó papito para usted, se lo dieron a él en el Puerto de Quequen, me dijo, “esto se lo tenés que dar al gauchito Rubén, yo no sabía cómo, si ni siquiera tenía su teléfono, ni dirección, no tenía nada, pese a que no tengo estudio me la rebusco un poco con el celular, así que comencé a buscar a las personas que se identifican con el gauchito Antonio Gil, hasta que di con Rubén por las fotos que tengo de papito con él, incluso la tapa del cidi que se grabó para regalar un 8 de enero en Corrientes que está ilustrado con las imágenes de ambos, y hoy se dio, acá le entrego el legado que dejo Venegas para usted”, haciendo entrega del mencionado obsequio.
Invitamos a Armando a comer afuera, aceptada la invitación nos pusimos en marcha, algo que me extraño fue la presencia cerca nuestro de un móvil policial, cosa que no vimos al llegar, ingresamos a un restaurante y los parroquianos lo saludaron con el apelativo de “Momito”, a los pocos minutos una efectivo policial ingresó al boliche, casualidad o no, compró comida, se quedó un rato y se retiró, minutos más tarde otro oficial entró con una excusa y se retiró inmediatamente, al salir una patrulla esperaba en las cercanías, nos siguió hasta la casa del paisano, cosa que no hizo cuando nos fuimos?
Antes de retirarnos nos volvió a remarcar que no quiere las riquezas que dejo el papito, solo quiere ver a su mamita, tener un trabajo con el que se pueda ganar el sustento diario y poder caminar libre por su querido Necochea, como lo hacía junto a su papi, el “Momo” Venegas. Ahora vive encerrado como si estuviera cumpliendo una condena en su domicilio, lo vigilan, le llevan la comida a su casa, tendría intervenido el teléfono y por sobre todas las cosas teme por su vida, tiene miedo, teme que le llegue a pasar algo, ya que de suceder eso, nos decía Armando, nadie va a reclamar por mí, motivo por el cual titulamos la nota “SOCORRAN AL HIJO DEL MOMO VENEGAS”