La escultura tuvo en sus comienzos pocas cultoras, por tal motivo en nuestro país resaltó un nombre, Dolores Mora de Hernández, “Lola Mora” que fue la primera escultora argentina. Lola nació un 22 de abril de 1867 en Tucumán y fue ahijada de otro ilustre tucumano, Nicolás Avellaneda.
Desde muy niña se dedicó a estudiar pintura y anulando a la oposición de la familia se trasladó a Buenos Aires para perfeccionarse
en esa disciplina.Con el correr de los años y becada por el Ministerio de Instrucción Pública viaja a Italia junto a su marido.
Su permanencia en Roma influyó de manera decisiva en su orientación.
Dejó allí la pintura por la escultura, que ya la había cautivado y comienza a estudiar con los célebres
maestros Barbella y Monteverde. Después de un efímero paso por Rusia regresa a Buenos Aires trayendo una hermosa fuente de mármol blanco, que todos conocen con el nombre de “LA FUENTE DE LOLA MORA”. La misma glorifica el nacimiento de Venus y se llama “LAS NEREIDAS”, inaugurándose en 1903, la que con el correr del tiempo paso a ser *LA FUENTE DEL ESCÁNDALO*. Sus figuras desnudas le valieron que tuviera que ser cambiada de lugar en varias oportunidades por quejas que venían del clero. Al final fue *exiliada* en la Avenida Costanera, contemplando las aguas del Rio más ancho del mundo, el Rio de La Plata.
Lola debió soportar el repudio de un sector de la sociedad porteña que no concebía que una mujer con la maza y el cincel, vestida con
pantalones y gorra, trabajando los mármoles de sus estatuas.
Esos mármoles con el correr del tiempo cubrirían paseos, plazas, museos, cementerios y hasta lugares en el mismísimo Congreso Nacional, como así también la Casa Rosada. De sus obras se destacan el busto de Sáenz Peña en la galería de presidentes de la Casa de Gobierno, la estatua de Nicolás Avellaneda, la fuente que se encuentra en Bahía Blanca, la estatua de Subiría en Salta, la estatua al General Alvear en Corrientes, el monumento a Mariano Fragueiro en Córdoba, los retratos de los gobernadores en el museo de Colombres de Tucumán, el monumento a Juan Bautista Alberdi en la misma provincia y las cinco alegorías destinadas al Palacio del Congreso Nacional en la provincia de Jujuy. Muchas de sus obras se encuentran en colecciones privadas y otras diseminadas en países como Italia,
Inglaterra, Francia y Alemania, donde Lola estudió junto a otros escultores en su segundo viaje a Europa. Lola Mora llegó a ser dueña de
una gran fortuna, buena parte de ella la empleó en ayudar artistas anónimos, a los que no tenían cartel, cómo también en proyectos en
los que perdió muchísimo dinero, entre ellos la investigación de suelos y carburos. Los últimos años su vida fueron de una gran estrechez económica, la que se acentuó al separase de su esposo el pintor Luis Hernández. Traída a Buenos Aires por una sobrina, Lola fallece el 7 de Junio de 1936, sin haber podido usar la mísera pensión que semanas antes le otorgara el Congreso Nacional, la que si fue utilizada para solventar su entierro. Su cadáver fue trasladado a su provincia natal, Tucumán en 1977.
Por Manolo Rodríguez

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